Murió Francisco Rebolledo. Nos queda su obra, no suspiros.

Cuernavaca, Morelos. — Este 17 de abril falleció en Cuernavaca Francisco Rebolledo, escritor, científico por formación y uno de los narradores más afilados y rigurosos de la literatura mexicana contemporánea. Tenía 74 años.
La noticia fue confirmada por su hija en redes sociales. No hizo falta más. La reacción fue inmediata: lectores, autores, académicos y exalumnos respondieron con lo que mejor honra a un autor como Rebolledo: releyéndolo.
Con su novela Rasero (1995), Rebolledo no solo dejó una obra: dejó un artefacto literario de precisión brutal que disecciona el pensamiento moderno desde el Siglo de las Luces hasta la posmodernidad. Ciencia, filosofía e historia tejidas con una narrativa que no pedía permiso ni buscaba aprobación.
No fue escritor de modas, ni de homenajes. Fue un autor incómodo, lúcido, obsesivo. Y eso lo convirtió en imprescindible.
Quienes fueron sus estudiantes lo saben: no daba clases, daba lecciones. Quienes lo leyeron, lo saben aún mejor: no escribía novelas, escribía estructuras de pensamiento.
Francisco Rebolledo no buscaba premios. Buscaba lectores que pensaran. Y los tuvo.
Hoy no se va una figura pública. Se va una voz crítica.
Pero su obra —incómoda, rigurosa, desafiante— sigue ahí, esperando a quien tenga el valor de leerla sin anestesia.
Descanse en paz. O que lo moleste quien pueda entenderlo.